El Desorden Nacional

Por Jorge Arango Mejía. El Mundo 3 de Marzo de 2013

Es lamentable decirlo, pero Colombia se acostumbró a vivir en el desorden. Y no por falta de normas porque las dictan sin pausas ni medidas las corporaciones y los funcionarios encargados de esa función. Lo que hoy es diferente es la falta de la autoridad, que racionalmente ejercida permite la convivencia civilizada y pacífica.

Los funcionarios públicos elegidos por el voto popular, viven con el temor de perder la simpatía de la gente si se dedican a gobernar, es decir, a cumplir el mandato que se les confió. Y adoptan los caminos más fáciles. El primero, no hacer nada, sencillamente, dejar que el tiempo transcurra. El segundo, no tomar ninguna decisión que genere conflicto con cualquier sector. El tercero, decir sí a todo, aunque hacerlo implique prometer lo que no se podrá cumplir. Y como si lo anterior no fuera suficiente, siguen haciéndose propaganda como si aún anduvieran en campaña. Sería interesante conocer las cifras que se derrochan en publicidad injustificada. ¿A cambio de qué?. De nada, porque lo que se diga o se escriba en contra de la realidad a nadie convence. Una mala administración no se transformará en buena por muchas alabanzas que reciba… Y también la actividad política se desordenó. Durante siglo y medio hubo solamente dos grandes partidos políticos, el Liberal y el Conservador. Con sus aciertos y sus errores, ellos escribieron la historia de la Nación. Que tuvo épocas doradas, como los años de la República Liberal, que entre 1930 y 1946 cambiaron la Colombia agrícola y pastoril que había vegetado durante los cuarenta años de la hegemonía conservadora.


La reforma constitucional de 1991 permitió la formación de innumerables grupúsculos que solamente son empresas politiqueras. Cuando escribo sobre estos temas, siempre vuelvo a la definición de politiquería del Diccionario de la real Academia: “bastardeo de los fines de la acción política”. Por ejemplo, el partido de la U, así bautizado no tanto por la unidad sino por Uribe (para cuya reelección se creó), podría cambiar su nombre fácilmente y adoptar otro que lo retrataría fielmente: partido del gobierno. De éste y de cuantos vengan, de todos. Es una agencia de empleo, negocio próspero si se tiene en cuenta que el Estado es el primer empleador. Nadie sabe cuál es su programa, si realmente tiene alguno. Y a nadie le importa que no lo tenga… Y para colmo de males, el gobierno persiste en el error de no actuar mientras la gente no acuda a las vías de hecho. Se ignora un principio elemental: que es más fácil prevenir los incendios que apagarlos… Hace años, Carlos Lleras describió la situación del país con una sola frase: está descuadernado. Qué diría hoy si viera cuán bajo hemos caído?. Llevemos este importante planteamiento a nuestros municipios y podemos deducir que las cosas siguen igual y que la acción politiquera está carcomiendo los intereses comunes para convertirlos en intereses particulares y familiares, en detrimento del principio fundamental de la administración pública como es: gobernar para todos, respetando la dignidad humana.

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